miércoles, 30 de septiembre de 2009

LIBERTAD


Por Frankie Deges

En los 23 años que llevo cubriendo rugby, tanto en el país como el extranjero, pensé que había visto todo lo que nuestro deporte tiene para ofrecer. Por suerte, siguen habiendo historias positivas que enmarcan a nuestro maravilloso juego y que merecen ser contadas.

Una de estas sucedió el viernes pasado cuando pasé todo el día en compañía de los jugadores del Fénix Rugby Club, que jugaron su primer partido de rugby. El equipo está compuesto por reclusos de la Unidad 9 del Servicio Penitenciario Bonaerense.

Hace un tiempo, durante una charla, tres de los reclusos de ésta cárcel ubicada en la periferia de La Plata, descubrieron que de jóvenes habían practicado rugby. La cárcel te puede quebrar, hay maldad y mucho tiempo sin actividad. “¿Por qué no armamos un equipo de rugby?”, se preguntaron. Llevaron la inquietud a las autoridades carcelarias y a fin del año pasado tuvieron su primer entrenamiento.

Pronto, unos 25 prisioneros estaban jugando. Para integrar el grupo de rugby, los jugadores deben tener buena disciplina y estar estudiando o trabajando dentro de la unidad. La experiencia combinada de los tres fundadores no pasaba del rugby juvenil. Pero la necesidad de matar el tiempo es una llave a la supervivencia en uno de los ámbitos más inhóspitos y antinaturales para el ser humano. En ese sentido, el rugby, que se practica entre dos y tres veces por semana, ayuda a ese fin.

En pocos meses, se decidieron por el nombre de Fénix (en referencia al ave de fuego de la mitología griega) y desde la Unión de Rugby de Buenos Aires recibieron camisetas y pelotas además de ayuda con el coaching. La pasión que desarrollaron por el juego, junto al buen comportamiento evidenciado en el último año, tuvo su recompensa cuando, después de mucho papelerío (cada prisionero necesitó de un permiso especial del juez que entiende su causa), se les permitió jugar su primer partido de rugby.

Al no tener suficiente espacio verde en la Unidad, éste fue de visitante, en el Albatros Rugby Club. Y como había que salir de la Unidad, se necesitó una enorme seguridad, nunca vista para un partido de rugby en nuestro país. (Que sepa, sólo en los partidos de los Springboks en la época de su horrendo apartheid hubo tanta seguridad. Recordar el partido del ‘81 contra los All Blacks; está en YouTube para quienes quieran verlo).

Cada jugador tuvo su chaperón desde que subió al micro que los llevó hasta el club y luego lo devolvió ya de noche en la Unidad. Si bien los integrantes del grupo de rugby no son considerados peligrosos, el 80% tiene sentencias firmes. Lo importante es que se los considera como ciudadanos del sistema carcelario que buscarán reinsertarse en la vida social una vez que salgan en libertad.

Para poder cubrir la nota (habrá cobertura en Tackle de Primera este próximo domingo a las 20, por Canal Metro, y una nota en Total Rugby, por ESPN, en unas dos semanas) pasé la mañana y mediodía en la Unidad 9 en compañía de los reclusos y junto a Leonel Da-Ré, el camarógrafo de Total Rugby, Santiago Rigo, de TdP, y Joaquín Galán, que sacó fotos.

Fue una experiencia personal sin igual. Sirvió para agradecer y entender la libertad. Permitió entender lo duro que es no tenerla. La emoción que irradiaba este grupo de muchachos por poder salir, aunque sea por un rato, de su encierro es indescriptible. El rugby, como vehículo, les permitió esto. Y el espíritu de nuestro juego se veía reflejado en sus dichos, acciones, caras, gestos. En su agradecimiento.

Para el viaje a Albatros quedó claro que ellos son parte de una vida carcelaria. Encerrados en un micro, al llegar los esperaban sus chaperones, una unidad armada del Servicio Penitenciario, varios perros, y una seguridad que sin ser agresiva era intimidante. También los esperaba PLAGA, el equipo de veteranos Platenses Gagá, que además de rivales tuvieron gran participación en el crecimiento del rugby de Fénix.

“Estamos muy agradecidos a todos los que nos permitieron jugar este partido”, dijo uno de los jugadores de Fénix. “Estar privado de la libertad es muy duro y tener el rugby nos permite despejarnos. “Esta oportunidad de dejar la Unidad, aunque sea por un par de horas, nos da renovada fuerza”, me dijo uno de los jugadores, quien cuando se apagó la cámara se quebró en llantos y me abrazó como un nuevo hermano. Sentenciado por asesinar a su mujer, su caso está siendo tratado – siempre sostuvo su inocencia- y la justicia está reevaluándolo.

El partido es parte de la anécdota. El primer y el último try lo anotó Fénix; PLAGA apoyó cuatro veces en los tres tiempos de 20 minutos. Los jugadores de Fénix mostraron inusual garra, y a pesar de su inexperiencia, no desentonaron ante los más preparados veteranos platenses.

“Muchachos, hoy es un día histórico. Por primera vez en un tercer tiempo de PLAGA no se va a tomar alcohol”, dijo al finalizar el partido Daniel Marcos, Marquitos, un gran personaje de nuestro deporte. Esa mañana, en compañía de otros miembros del club, le regalaron shorts y medias a los jugadores de Fénix.

Estuvieron en el partido el doctor Ricardo Casal (ministro de Justicia Bonaerense) y Lalo Galán (presidente de la URBA), entre otros. También hubo familiares de los reclusos que pudieron estar con su gente entre el segundo y tercer tiempo y unos minutos al finalizar el partido. Todo tuvo una particular buena onda: jugadores, dirigentes, guardias, seguridad (quienes nunca perdieron la concentración).

El espíritu del rugby está vivo aún intra-muro (como llaman ellos a lo que pasa paredes adentro). Los que integran Fénix – al margen de dos guardia cárceles y un profesor de computación– están presos por alguna razón. Suena feo, pero “algo habrán hecho”. Saben, no obstante, que el rugby los están ayudando a conseguir su objetivo de reinserción social una vez que queden en libertad.

El capitán del equipo, por ejemplo, quedó libre hace dos semanas e igualmente se acercó a jugar. “¿Cómo no voy a venir si los muchachos fueron importantes cuando estuve adentro…no los iba a dejar un día como hoy…” Otro dijo: “Salgo en 40 días y ya sé que cerca de mi casa está el Lanús Rugby Club. Voy a seguir jugando rugby porque me ayudó mucho”.

El virus del rugby sigue contagiando.

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