lunes, 15 de febrero de 2010
Reflexiones
Con anécdotas y comparaciones de las distintas épocas del rugby, trato de aportar para que continuemos avanzando”, nos dice Jorge Ferrari , el cordobés que junto a Tissera, su compañero en la “patriada”, son los mentores de la explosión deportiva que ha producido la segunda división de Córdoba y trabajador incansable por el rugby en su provincia. Su relato, que compartimos, es una apretada síntesis del rugby argentino.
Así reflexiona Jorge Ferrari
“He leído con atención a distintos dirigentes en el marco de este debate abierto sobre la profesionalización de nuestro rugby. “He vivido las evoluciones e involuciones del rugby en 58 de mis 72 años, y a esta controversia me permito apreciarla como una etapa más, importante por cierto, en la breve historia de nuestro juego. Sólo hay que tomarla objetiva y serenamente, con firmeza en lo fundamental, pero sin los dogmatismos que suelen alejarnos de las realidades, y apartando todas las cuestiones secundarias. “Cuando comencé a disfrutar el rugby allá por 1952, el “Entrenador” NO existía. En la logística y las cuestiones anexas al juego había y no en todos los equipos, algo así como lo que hoy es el “manager”. Pero la jefatura del equipo la ejercía el Capitán. Cuando comenzó a perfilarse la figura del “Entrenador”, (totalmente amateur) aunque hoy cueste creerlo, no faltaron quienes protestaban por este supuesto desvío del “espíritu del juego”. Por un tiempo el entrenador era un ex jugador, que muchas veces llegaba al club desde su trabajo, se sacaba el saco y la corbata y con los zapatos puestos, llenos de tierra, comenzaba a renegar con gordos y flacos de muy distintas edades y condición física. Ni pensar en preparadores físicos, profesión que casi siempre ejercían en otros deportes, personas con diferente y muchas veces cuestionable idoneidad. También, cuando algunos clubes comenzaron a contratar preparadores físicos profesionales, no faltaron quienes se escandalizaron por este ataque al espíritu. Muchos de los jugadores venían directamente a jugar y otros, con más tiempo libre y con más ganas, esbozaban prácticas entre semana. Cuando comenzaron los entrenamientos sistemáticos, también se alzaban voces detractoras de esta supuesta semi profesionalización.
“La cancha la desmalezábamos a guadaña limpia y los desniveles se moderaban con pico y pala. Todavía hoy, cuando entro en la ducha, me parece sentir el ardor de los infinitos pinchazos de las rosetas (nombre cordobés del abrojo) que siempre quedaban en el campo de juego, y recuerdo que entrábamos a jugar con los botines blancos por haber estado remarcando la cancha con la regadera. Todavía algunos amigos de mi edad se lamentan porque hoy los chicos tienen todo servido y así, suponen, no pueden tener amor al club ni al rugby.
“Los referes, voluntarios y voluntariosos, no tenían ni por asomo una capacitación sistemática, y muchas veces dirigían el partido chiflando con los dedos en la boca, con pantalón largo e incluso, con zapatos.
“Podríamos llenar páginas y más páginas con anécdotas pintorescas, pero las nostalgias hay que dejarlas para amenizar los terceros tiempos. Las cosas han cambiado. Han cambiado mucho al punto que mis anécdotas suenan a increíbles. Pero han cambiado paulatina y naturalmente.
“Hoy el entrenador es casi una institución. Pero fundamentalmente, es un señor que debe estudiar, observar constantemente el juego, manejar la computadora, analizar los videos, capacitarse en la conducción, vestirse adecuadamente y vivir con el cerebro ocupado en la función desde enero a diciembre y no de mayo a septiembre como era antes. Si bien “lo que Natura non da, Salamanca non presta” este señor debe tener una formación que excede totalmente los requerimientos de otras épocas aún no tan lejanas. Para un buen entrenador es cada vez más difícil desempeñar otra actividad.
“Exactamente lo mismo para los referes quienes requieren cada día más capacitación.
“¿Y si hablamos de los jugadores? Para alcanzar el nivel que está exigiendo el juego los dos entrenamientos semanales de marzo a octubre son un lejano recuerdo. De las 112 horas semanales disponibles (sacando las del sueño) el 25 % son para el rugby, a nivel de clubes solamente. Ni que hablar de mayores compromisos.
“Y así podríamos seguir hasta llegar a los dirigentes, pero eso todavía no está en etapa crítica, pero algún día se va a plantear.
“Si vamos a los costos, con lo que antes manteníamos la cancha todo el año, hoy solamente pagaríamos una semana de sembrado, riego, mantenimiento, etc., porque hemos progresado notablemente en ese aspecto.
“Antes con una pelota se arreglaba una división casi todo el año, aunque llegara deforme. Dos o tres por año, era privilegio exclusivo de la primera división. Hoy ni hablar de eso, hace falta por lo menos una pelota por jugador, sin hablar de escudos, tortugas, máquinas, luz para entrenar de noche, etc. etc. Todos estos indudables avances, requirieron cada vez más $$$$$$$$$ . Por eso fuimos poco a poco aceptando las publicidades estáticas, las ayudas de diversos anunciantes en la indumentaria, los sueldos de los preparadores físicos y ya estamos incursionando en rentar a los entrenadores. Nadie esbozó planes siniestros. Fueron las realidades las que nos trajeron esta situación. Y ahora, las realidades, que NUNCA dejaron de apretar, están exigiendo otras pautas y a ellas habrá que adaptarse con objetividad, con serenidad y con prudencia.
“No me asustan los cambios, pero deben darse NATURALMENTE y de acuerdo a las realidades. Forzar las cosas en uno o en otro sentido lleva inexorablemente al fracaso.
“El ascenso cordobés ha llamado la atención a mucha gente del rugby. Este emprendimiento ha colaborado decisivamente para que la cordobesa sea la segunda unión del país, y que el rugby sea la segunda comunidad deportiva de la provincia de Córdoba, superada solamente por el fútbol. Cuando a Hugo Tissera y a quien escribe estas líneas nos preguntan la clave del progreso de este sector, la respuesta es muy sencilla: La inteligencia de los clubes permitió advertir, aceptar y utilizar las realidades en beneficio del conjunto tras los objetivos principales, dejando de lado las cuestiones secundarias. Y entre todos hemos basado la acción en la conducta y en la “despolitización” del sector. En la Final de la Zona Campeonato, de ida y vuelta se resolvió 5 a 5 y 6 a 5. En los 160 minutos de juego áspero como nunca, hubo solamente una tarjeta amarilla y por una falta leve. Y además, NO existe el toma y daca de las negociaciones politiqueras, lo que nos ha permitido dirimir todas las controversias dentro del sector en los últimos cuatro años con una notable armonía. Aún así, hemos cometido errores pero jamás le colgamos la responsabilidad de esos errores a nadie. El día que aflojemos en la conducta, que permitamos la politiquería o que no sepamos hacernos cargo de los errores, ese día se va a paralizar o al menos se va atrasar el desarrollo.
“Por eso hago estas reflexiónes finales.
“En el rugby argentino, todos los cambios necesarios, que se produzcan naturalmente, con prudencia y serenidad.
“Preservar y acentuar al máximo la conducta incluso de los espectadores, una de cuyas manifestaciones más importantes es el respeto al refere.
“¿Porqué soy permisivo y moderado en los otros aspectos y “fundamentalista” en la conducta? Por razones éticas, porque como jugadores de rugby debemos hacer culto de los valores.
“Pero como dirigentes, debemos advertir que la conducta es una cuestión eminentemente estratégica: Nosotros le estamos disputando los jóvenes y los niños a las otras disciplinas deportivas en los pueblos del interior, con la conducta entre otras cosas, y mantenemos la armonía entre los clubes porque no hemos politizado al sector.
“No me asusta la defensa vehemente que varios dirigentes hacen de sus posiciones. Mientras la vehemencia no nos lleve a la histeria y sepamos moderar los dogmatismos, el rugby saldrá indudablemente favorecido de este debate.
NDR: más que reflexiones, lecciones de vida. Grande Jorge ¡!!!!!. Sigamos con el "vicio". La foto, en pose de abuelo.
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