miércoles, 7 de julio de 2010
Papá, quiero jugar al rugby...
Esta acción ocurre en España, pero podría ser en cualquier sitio del Mundo. Es una colaboración de Alejandro Parma que mucho agradecmos. “Esa frasecita la dijo mi hijo mayor, de 13 años entonces, el verano pasado. “Sí, sí, muy bien, chaval, muy bien”, fue mi respuesta. “Cuando empiece el colegio, lo vemos”, dije intentando ganar tiempo”. El autor es Fernando de la Cuesta vía Balón Oval, y fue publicado originalmente en blackoutrugbyspain.
“Sí, claro, voy a pasarme media vida curando heridas, llevándole a entrenar a Dios sabe dónde, gastándome un pastón en equipamientos… Es un capricho más.
“Papá, mira lo del rugby, por favor”. Pero bueno, si ya estamos en octubre, ¿es que no se le va a quitar de la cabeza? Maldito Eurosport, Teledeporte y demás, que se dedican a poner partidos de rugby y él que se los traga. Venga, le compro un balón raro de esos en el Decathlon y que se le pase el mono.
“Papá, ¿has llamado a lo del rugby?” Esto pasa de castaño a oscuro.
“Mira, chaval, ahora en Navidad es complicado… Cuando empiece el año lo vemos, ¿de acuerdo?” Y esto parece contagioso. El pequeño dice que a él también le gustaría. Empiezo a preocuparme. Y no, en la cartilla de vacunación no hay nada “antirugby”. Mucho sarampión y mucho ‘nosequé’, pero contra el rugby no le han vacunado.
“Papá, ¿vas a llamar a lo del rugby o no? Mira lo que me han dado en el colegio”. Una fotocopia de publicidad de la escuela del Canoe. Pillado. Ya no me queda otra, soy su padre, caramba, y esto va “incluido en el sueldo”. Bueno, una llamada no cuesta nada hacerla, y le tranquilizo. Glups… que vaya un día a entrenar y descubra si de verdad le gusta o no.
Yo creo que ha sido una de las peores esperas de mi hijo. Fueron tres o cuatro días en los que no había quién le aguantara, con una sonrisa de oreja a oreja.
Feliz es la palabra, pero con mayúsculas: FELIZ. Hasta que llegó el día del entrenamiento. Je, je, je… se va a enterar este de lo que vale un peine. Pues sí. Se enteró. Frío, mucho frío. Hora y media de ejercicio (no el ratito corto de gimnasia del colegio). Fondos. Carreras. Placajes. Caídas. Golpes. Rozaduras con el césped artificial. Yo me las prometía muy felices: “Éste termina el entrenamiento y no vuelve, si le conoceré yo que soy su padre”.
Pues no. Tras el entrenamiento, una sonrisa que le daba la vuelta a la cara. Si ya estaba feliz antes ahora más. Y la pregunta: “¿Quieres volver a ‘esto’?” “¡Por supuesto, papá!”.
Pero eso no es nada. A las dos semanas, mi hijo pequeño me dijo una frase que me heló la sangre. Sobre todo, porque conocía la felicidad que le podía proporcionar una adecuada respuesta: “Papá, ¡quiero jugar al rugby!”.
Y aquí nos tenéis, a dos caballeretes en el Canoe CRC y a su padre que no acaba de entender en qué se ha equivocado en la educación de sus hijos. ¿Por qué no les apuntaría antes?
NDR: Ja, ese padre español posiblemente no sepa que el rugby es una forma de vida.
Gracias Ale!!!!.
tercertiempo
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